Las cumbres de Sierra Nevada
Científicos de todo el mundo y en todas las épocas han buscado entre los borreguiles y pedregales sus preciadas joyas vegetales.
Esta cualidad de reserva botánica y faunística influyó para que Sierra Nevada consiguiese su primera normativa de protección, la declaración como Reserva Nacional de Caza, en mayo de 1966, que en la actualidad no existe como tal. Más tarde fue declarada Reserva Integral de la Biosfera de la Unesco en 1986 y Parque Natural, incluido en el inventario de Espacios Naturales Protegidos de la Comunidad Autónoma Andaluza, en junio de 1989. Declarada Parque Nacional de Sierra Nevada en 1999, enclavada entre Granada y Almería, tiene una extensión de 169.239 hectáreas, de las que un 65 % pertenece a la provincia de Granada, e incluye más de 60 municipios de las comarcas del Marquesado del Zenete, Valle de Lecrín, Sierra Nevada poniente, la cuenca del Río Nacimiento y La Alpujarra granadina. En los cascajares, acumulaciones de piedras sueltas, y en los borreguiles, pastizales de alta montaña propios de suelos húmedos, se localizan la mayoría de las 66 joyas botánicas exclusivas de la sierra, como la estrella de las nieves (Plantago nivalis), el auténtico símbolo de Sierra Nevada. Exclusiva de estas cumbres, tiene, junto al edelweis, la leyenda de ser la flor del amor eterno. Crece por encima de los 3.000 metros de altitud y en los bordes de borreguiles o pastizales nevadenses. 2.000 especies vegetales (66 endemismos exclusivos), de gran vistosidad y colorido, viven en el Parque, así como anfibios, reptiles, mamíferos, aves y una rica entomofauna (80 endemismos exclusivos).
Existe una amplia comunidad de mamíferos, como el jabalí, el zorro, el tejón o la jineta. También perdiz roja, que se caza principalmente ‘al puesto’; zorzales y palomas, que se cazan ‘al paso’. Pero la protagonista es la cabra montesa, muy extendida y objeto de caza en las fincas linderas del parque nacional.
La Sierra del Sol, como la denominaban en la Edad Media, alberga un rico patrimonio cultural e histórico en el que se solapan y enriquecen legados tartesos, romanos y visigodos, singularmente en la vertiente alpujarreña. Lo más significativo del período musulmán son las sofisticadas técnicas de regadío, cuyas acequias y regatos surcan las laderas recogiendo agua del deshielo y la escorrentía para ser aprovechada en usos y actividades tradicionales.